Copacabana, Lago Titicaca e Isla del Sol, donde todo comenzó…

Parte del diario de viaje «Viaje por el Tawantinsuyo :: Perú y Bolivia«

Cuenta la leyenda que Manco Cápac, primer Inca, hijo de Inti (el gran Dios Sol), fundador de la gran ciudad de Cusco, capo total (o mejor dicho, hijo del capo), emergió de una roca en Isla del Sol. El nombre original de la isla era Titikaka («Puma de Piedra» según Wikipedia), nombre cedido hoy en día al inmenso lago que la rodea. Mucho antes que los Incas la isla y todo el lago ya eran un lugar especial para otras civilizaciones e incluso se estima que desde hace más de 4.000 años el nivel del lago ha sido lo suficientemente alto como para evitar un posible pasaje hacia la isla por tierra, evidencia de que las civilizaciones de esa época ya utilizaban embarcaciones, aspecto para mi fascinante.

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Bienvenidos a Bolivia!

Toda isla tiene por definición un cuerpo de agua que la rodea, en este caso el alevoso y famosisimo Lago Titicaca, compartido casi miti-miti entre Perú y Bolivia. Tiene una superficie de aproximadamente 8.500 km2, detalle para nada menor para un lago que se encuentra a casi 4.000 metros de altura, por suerte los Andes Bolivianos (visibles en la lejanía desde el lago), con más de 2.000 sobre ese nivel se encargan del trabajo de llenarlo y mantener su nivel.

La Isla del Sol es la estrella del baile del lago pero no es la única bailarina. La hermana menor, Isla de la Luna, también perteneciente a Bolivia tiene una linda historia y atrae muchos visitantes. Las islas flotantes de los Uros, del lado Peruano, son algo que seguro vale la pena ver. Se trata de islas flotantes construidas con totora, una planta abundante en en las orillas del lago, donde la gente vive, va a la escuela, iglesia etc. Estas últimas dos no las pude visitar personalmente pero bueno, siempre hay que dejar un destino para volver. A la Isla del Sol y de la Luna se llega en barco desde el pueblo de Copacabana (Bolivia) con dos frecuencias diarias mientras que para visitar las islas flotantes de los Uros hay que ir desde Puno, Perú.

Si bien yo no estaba en un viaje místico y astral como muchos colgados que me crucé (y lo digo en el mejor de los sentidos, me encantan los colgados), si hubo un lugar que realmente me resultó especial fue la Isla del Sol y eso que estuve muy poco tiempo. Realmente no puedo describirlo con palabras, creo que cada uno lo tiene que vivir. No se si será el aire más fino o que pero hasta la luz es especial, el aire parece puro y la paz es total.

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Callapampa, en la parte norte de la isla

Nosotros fuimos directo a la parte Norte de la isla y fue donde nos quedamos, si mal no recuerdo se llamaba Callapampa, habitado mayoritariamente por Aymaras, humildes, sencillos y macanudos. La parte norte de la isla es mucho menos desarrollada que la parte sur (Yungai). Además, en la época que la visité no había muchos turistas lo que para mi es determinante. En seguida que desembarcamos los gurises del pueblo, siempre atentos, se disputaron nuestro hospedaje con promesas de agua caliente y buenas camas. Allá partimos al «hotel» escoltados por la banda de victoriosos gurises que nos llevaron a arreglar tema precio con su padre. Luego de un buen regateo que hasta incluyó el agua caliente para el mate (sin exagerar) terminamos alojandonos en un cuarto, en el segundo piso de una casa de familia justo sobre la playa y con una vista espectacular. Por supuesto que las duchas calientes nunca anduvieron y el baño privado prometido por nuestros simpáticos reclutadores no estaba construido pero fue difícil reclamar luego de ver que toda la numerosa familia dueña de la casa; papá, mamá, 4 o 5 gurises y la abuela, dormían y cocinaban todos juntos en un cuarto no mucho más grande que el nuestro para poder alquilar y hacer unos pesos…incluso me sentí mal de haber regateado y pagué lo que el hombre había pedido originalmente.

También se puede acampar sobre uno de los extremos de la playa, creo que sin costo, experiencia que quedará para la próxima vez cuando ande con la carpa.

Al caer la noche la paz en Callapampa es aún mayor, no hay (o había) mucha iluminación en las calles, el silencio es absoluto, no se escuchan motos, autos o bocinas, solo a veces alguna charla lejana de la poca gente que anda caminando en la obscuridad. Hay un par de restaurantes con precios razonables y buena comida. Caminar por la playa de noche, con un par de chanchos y burros de compañía, escuchando los sonidos del lago, sintiendo el fresco en la cara y mirando el cielo despejado y estrellado…que más se puede pedir?

Al día siguiente subimos a una colina sobre el pueblo para disfrutar un poco de la tremenda vista que ofrece el lugar, el inmenso lago con los Andes de fondo, y de ahí ya a arrancar a caminar hacia la parte sur de la isla, un pueblo llamado Yumani. La caminata demora 3 o 4 horas a buen ritmo y realmente vale la pena. La Isla del Sol me pareció una versión latinoamericana de las islas Griegas, árida, con colinas y montañas que terminan derecho en el agua, playitas escondidas en bahías y un agua clara increíble. Lo que no te dicen es que a lo largo de la caminata hay que pagar 3 «entradas», más que entradas son una especie de peaje. Es poca guita y sirve para mantener los senderos pero como no sabíamos nada nos tomo por sorpresa.

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Con el amigo en su despacho, primero de los tres peajes en el sendero Norte-Sur

Al llegar a Yumani (parte Sur de la Isla) tomamos de nuevo el barco a Copacabana y de ahí un bus de 3 o 4 horas a La Paz. Como entre Copacabana y La Paz está el Titicaca, el bus debe pasar en una barcaza en el estrecho en Tiquina, desafiando las leyes de Arquímedes y haciendo honor a siglos de embarcaciones de totora. Por suerte los pasajeros cruzan en pequeños barquitos de fibra, no se si mucho más seguros que la barcaza.

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