Patagonia – Parte 4 // Parque Nacional Queulat y el Ventisquero Colgante

De la estación de Piscicultura tuve que caminar como un condenado hasta la entrada al Parque Nacional Queulat, donde está el Ventisquero Colgante, uno de mis pre-destinos del viaje. Costó bastante la caminata pero llegue. En la puerta de entrada al parque me encontré por segunda vez con un grupo bastante numeroso de Israelitas que ya habían visitado el parque y hace dos días que probaban suerte para seguir hacia el Sur. Habían dormido en un bus abandonado que hay en la entrada al parque, muy parecido al de Supertramp. Hablando con ellos me comentaron que estaba brava la cosa para el dedo (autostop) y me recomendaron que no entre al parque y me tome un bus que pasaría esa tarde. Gracias por el dato pero ni loco, el ventisquero colgante lo tenía a fuego en la cabeza y no me iba a ir sin verlo.

Muchas veces me pasó de tener que decidir situaciones como estas y ahí es donde entran dos factores importantes. El primero: viajar solo. Una de sus tantas ventajas es que es mucho más fácil que te levanten en la ruta por un simple tema logístico. También juega en nuestro favor el palancazo psicológico que hace sobre la persona que pasa y ve a una persona sola en la ruta. Muchas veces escuché «pasé y te vi solo y me dije -no lo puedo dejar que se ca#g*ue de frío en la ruta!«. Creo que hasta dos también aplica esto, más aún si es una pareja.

Lo segundo, no menor es que yo hice el viaje con todo mi equipo encima, esto es; carpa, sobre, artículos de cocina y comida. Por esto siempre tuve gran tranquilidad. Me encuentre donde me encuentre, teniendo mi equipo se que de frío y hambre no me voy a morir. Como mucho te correrán los gendarmes o carabineros pero en el sur son siempre amables y si se los trata con respeto casi siempre responden de la misma manera. Además en Noviembre-Diciembre no hay tanta movimiento en la vuelta y es todo más fácil.

Esperé casi media hora en la puerta del parque para ver si me levantaba alguien ya que la administración y comienzo del camino hacia el Ventisquero Colgante quedaba a un buen trecho y yo venía bastante cansado. Los Israelitas tenían razón con el poco movimiento, pasó solo un vehículo y no me levantó por lo que tuve que arrancar a pié. Luego de un rato de caminata al costado de la ruta mi suerte cambió e hice el último tramo del camino con una pareja de Catalanes que terminaron siendo mi salvación el resto del día, además de muchas horas de charlas interesantísimas.

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Enorme hoja en la subida al ventisquero

La subida al ventisquero es muy linda, casi toda a través de bosques de  lenga, coiue, helechos, musgos y hongos de todo tipo y color. El aire fresco, húmedo y puro es un deleite. Tema dificultad tampoco hay problema, mucha gente mayor haciendo el trillo, todo depende el ritmo que se le ponga. El Ventisquero Colgante, uno de los principales atractivos del parque, es un enorme glaciar que tiene la particularidad que esta allá arriba, «colgado» de la montaña. No debo aclarar que es impresionante. A pesar de verse a la distancia resulta brutal de verlo y como si esto fuera poco, cada mas o menos 20 minutos de desprende un enorme pedazo de hielo haciendo un ruido tremendo y con suerte llegando al lago alimentado por el mismo más abajo. Es un espectáculo suculento e hipnotizante. Tuve la suerte de quedarme solo cuando toda la gente ya empezaba a bajar, experiencia 10 puntos.

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Ventisquero colgante desde el mirador más próximo

En mi estadía en el mirador del Ventisquero había estado de charla con mis amigos Catalanes y pegamos buena onda por lo que me terminaron llevando hasta donde quería ir, Coyhaique, previa pasada por la ciudad de Puerto Aysén, que quedará para la próxima. El amigo Catalán había corrido en rally muchos años por lo que veníamos al mango en  su Nissan xTrail charlando de todo un poco, desde temas existenciales hasta la crisis española.

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